En el ingreso norte a la localidad de El Hoyo en la provincia de Chubut, realizamos una serie de intervenciones en la banquina de la ruta 40, en una beta de arcilla en la montaña.
Esta zona ha sido afectada por numerosos incendios forestales que destruyeron miles de hectáreas de bosques, chacras y viviendas.
En este sitio arrasado por el fuego, construimos metáforas sobre las formas de vincularnos con el territorio, reflexionado sobre las formas de representar la naturaleza, problemáticas socio ambientales que están significando un deterioro de los ambientes que habitamos.
No hay lengua sin historia, no hay naturaleza sin historia, pero la Naturaleza tiene su propia historia y su propia lengua. La Naturaleza sin la Historia es como la mítica montaña de la eternidad, de solidez pétrea antes de haber recibido una sola impresión. Las aguas de la lluvia chocan contra una de sus caras y cada gota se evapora al instante: la montaña no ha sentido nada. Hace falta que este desencuentro se repita una y otra vez hasta que un día, a fuerza de chocar contra la montaña, las aguas dejen una huella, se abren un cauce, hacen una señal, una grafía en ella. Esa impresión es al mismo tiempo un gesto, una expresión de la montaña: lo expresado es el agua o más bien, la fuerza con que el agua impacta en la montaña. A partir de ese instante (hay que suponer una conmoción geológica atravesando la estructura interna de la montaña, como si sus entrañas adivinasen ya el lugar por donde un día, dentro de muchos años, se partirá en dos para albergar el lecho del río) la huella constituye la memoria –una memoria geográfica- mediante la cual la montaña recuerda el paso de las aguas, la imaginación –fantasía geográfica- mediante la cual espera e invoca en silencio su repetición periódica, y la sensiebilidad mediante la cual puede únicamente llegar a experimentar la presencia de la corriente. (Pardo, 1991:21)
Ocurre que la naturaleza combina todas las relaciones a la vez. Entonces, en la naturaleza en general, eso no se detiene. Todo el tiempo hay composiciones y descomposiciones de relaciones puesto que, finalmente, unas son como el revés de las otras. Pero no hay ninguna razón para privilegiar la composición de relaciones sobre la descomposición puesto que las dos van siempre unidas.” (Deleuze, 2003: 65)